Escuchar al paciente

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La medicina clásica ha tenido siempre en gran estima el saber hacer de los buenos médicos. Las personas que han llegado a tener un ojo clínico clarividente y una entrenada escucha han sido muy admiradas entre los aprendices de médico chino y es que, a lo largo de los siglos de tradición médica, los exponentes del arte de curación extremo-oriental han considerado que el saber ver y el saber escuchar van mucho más allá de una mera afinación de los sentidos.

Mencio, un eminente pensador confuciano del s. III aC, decía que saber escuchar no consiste sólo en prestar atención a lo que nos dice nuestro interlocutor, sino en llegar conocer la persona que habla, mediante sus palabras.[1] Entendida así, la escucha está muy por encima del sentido del oído.

Una conversación es mucho más que las palabras que en ella aparecen, y una escucha entrenada sabrá reconocer muchas de las cosas que están siendo expresadas pero no están siendo dichas. Un oído atento puede reconocer —en el tono de voz, en los silencios, en las omisiones e incluso en el orden de las palabras y las frases— toda una información que no se encuentra propiamente en las palabras usadas. A través de lo que dice, un interlocutor no sólo informa del significado de unas palabras determinadas sino, sobre todo, de algo que está mucho más allá de eso: Informa de porqué lo dice, revelando cual es el estado de su naturaleza interior.

Desde la óptica de la medicina clásica, saber escuchar al paciente debe permitir hacer un diagnóstico certero —aunque quizá incompleto—de su estado. Un paciente no tiene por que saber poner palabras a su problema pero, sin embargo, su trastorno será expresado, de manera más o menos evidente, y permanecerá subyacente en su lenguaje. El paciente revela —lo diga con palabras o no— aquello que le ocurre, y todo es cuestión de saber interpretarlo. Así, es el doctor quien debe buscar una manera para reconocer el trastorno que afecta a la persona que visita.

Ir afinando la escucha es un requisito indispensable para todo médico que quiera mejorar en su arte, pero, en efecto, no se trata de una habilidad que se adquiera facilmente. Para escuchar adecuadamente no basta con que le pongamos paciencia y buena fe, deberemos desarrollar la facultad auscultativa a un mayor grado de profundidad. Sin embargo, eso se entrena, y con practica se puede llegar a proveer la escucha de herramientas que la vuelvan realmente activa, veraz y juiciosa.

La disciplina del médico clásico estaba muy enfocada hacia el cultivo de sus facultades, y creo que puede ser muy prometedor que hoy sigamos adiestrando nuestra pericia, porque es evidente que el trabajo hecho con un gran nivel de refinamiento interno, en combinación con el empleo de las herramientas que actualmente tenemos a disposición —mucho más avanzadas, seguras e higiénicas—, hará que los pacientes de la medicina china tradicional disfruten de unos tratamientos realmente privilegiados.

[1] “Conocer las palabras significaba comprender lo que las palabras revelan a propósito de aquellos que las pronuncian.” Shigehisa Kuriyama, La expresividad del cuerpo y la divergencia de la medicina griega y china. Siruela Ed., 2005.

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